para Eli y sus alumnos (gracias por inspirar mi semana)
“La
gente, unánime,
escuchaba atentamente
las cosas
que decía
Felipe, oyendo
y viendo
las señales
que hacía”
Hechos 8:6
Felipe
(2008) Y aquí
estamos, un
nuevo nombre,
una nueva
historia, una
nueva lección.
Felipe no
tiene la
presencia del
apóstol Pablo,
el carisma
de Pedro
ni la
complejidad de
Juan.
Felipe
es… uno
de nosotros.
El hombre
común que
ocupa pocos
versículos en
la Biblia.
Felipe es
uno más.
Sólo eso.
Un nombre
conocido, inspirador,
pero no
es uno
de los
grandes paladines
del relato
bíblico. Motivo por el cual
me pareció
interesante pensar en Felipe,
porque su
historia responde
a la
más básica de
las preguntas
misioneras: “¿Y
yo? ¿Qué
tengo para
ofrecer?
La
historia más conocida de
Felipe está registrada en Hechos 8:26-40.
La
primera frase
es: “Un
ángel del
Señor habló
a Felipe…”
Y
aquí nos
detenemos. Imagino
tu rostro
al leer
esa frase.
Sólo esa
frase ya
coloca a
Felipe en
el pedestal
de los
personajes míticos
y distantes.
Seguro
pensamos: “Felipe no
tiene nada
que ver
con nosotros,
porque los
ángeles no
nos hablan”.
Pero,
¿cómo saber
qué tipo
de ángel
se manifestó
a Felipe?
¿Y cómo
saber qué
tipo de
ángeles te
buscan cada
día? Esa
sensación fuerte
de que debemos cambiar el
camino al trabajo
y al
hacerlo encontramos
un viejo
amigo que
necesita ayuda…
¿acaso ésa
sensación no
es un ángel
susurrándonos la
voluntad de
Dios al
oído?
Punto
crucial para
entender cómo
Dios trabaja:
Él nos habla de manera
sutil. Y
es importante
aprender a
escuchar a
Dios en
el silbo
apacible.
Dios
utilizará sensaciones,
pensamientos, impulsos,
la voz
de nuestros
hijos, la
casualidad... Dios
tal vez
use métodos
poco ortodoxos
o ridículos.
Pero el
mensajero atento
sabrá reconocer
al ángel
del Señor
hablándole.
Sutileza.
Primera lección
sobre el
“know how”
de Dios.
El
ángel del
Señor continúa
presentándose delante
de miles
de anónimos
seres sin
brillo. O
sea, en
este momento
Dios está
colocando en
tu corazón
alguna sensación,
algún pensamiento,
algún loco
impulso que
te permitirá
ser parte
de un
milagro magnífico:
el milagro
de una
persona que
se encuentra
con Dios
y aprende
a reconocerlo
como salvador.
Y
ahora, la
segunda palabra
clave en
la experiencia
de un
hombre común
convertido en
brillante mensajero:
“...y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe
y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino” Hechos
8:38,39
El
versículo? Prácticamente
el últimos
del capítulo
8 de
Hechos. Versículo
39.
La
frase clave
“…y siguió
gozoso su
camino”.
Pensaron
que me
concentraría en
el bautismo
sin protocolos
del etíope
o la
aplicación teológica
del texto
de Isaías
o el desafío de la
diversidad cultura
en el
trabajo evangelístico, pero
no. La
frase que
me conmovió
es esta,
tan simple
“…y siguió
gozoso su
camino”.
Dios
nos habla
de manera
sutil, nosotros
respondemos y
alguien, conocido
o ilustre
desconocido, sigue
con su vida, pero
ahora con
gozo, feliz,
tranquilo, en
paz.
El
bautismo o
el convencimiento
teológico no
siempre serán
el objetivo
por el
cual Dios
colocará gente
en nuestro
camino. A
veces es
tan simple
como una
oración, como
un abrazo
sincero, un
elogio, esa
sonrisa tranquilizadora
cuando encontramos
a alguien
triste o
esa frase
que puede
hacer milagros
en una
persona estresada:¿Querés
que te
ayude?.
Dejar
a la
gente feliz
¿Así de
simple es
la tarea
del mensajero
a veces?
Sí, así
de simple…
Dejar
a la
gente más
feliz.
Dios
creó al
ser humano
para ser
feliz. Esta
es una
verdad básica
y sin
embargo la
olvidamos con
facilidad. Nos
ahogamos en
un mar
teológico y
dejamos de
ver al
Dios de
pies callosos
y manos
de carpintero
que alimentaba
a gente
con hambre.
La
gente que
se encuentra
con Dios
recibe un
don primordial:
felicidad. Así
de simple.
Por
eso hoy
reflexiono sobre
esta cosa
maravillosa llamada
providencia. Dios
nos habla
con sutileza
y al
encontrarnos con
nuestro prójimo,
dejamos su
corazón más
leve, más
feliz.
Nada
de cruzar
el Atlántico,
aprender suajili
o evangelizar
musulmanes. No.
Dios es
más práctico
y sencillo
de lo
que imaginamos.
Estamos
aquí para
que las
personas que
están cansadas
continúen su viaje
más leves,
para que
las personas
tristes aprendan
a ser
felices y
para que
los que
viven en
oscuridad sepan
que en
Dios hay
luz.
Aquí
esta Felipe.
El líder
del hombre
común que
va al
supermercado repartiendo
la paz
de Dios
sin hacer
ruido, sin
viajar en
avión y
sin aprender
técnicas de
evangelismo.
Aquí
está Felipe.
Simple hombre
común. Escuchó
a Dios
y dejó
a un
etíope continuar
su viaje
lleno de
gozo después
de haber
encontrado a
ése Dios.
Bienvenidos
a la
más grande
aventura posible:
Dios habla,
nosotros obedecemos
y el
mundo se
trasforma en
un lugar
más agradable
para todos.
Un
aplauso a la
simplicidad de
Dios.-
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