viernes, 27 de julio de 2012





Yo tuve en mi antecesor y padre adoptivo, Antonino Pío, un ejemplo de sencillez y firmeza, de desprecio de las vanidades, de diligencia y de perseverancia... Él daba audiencia a todo el mundo y respetaba los derechos de cada uno; él sabía cuándo y cómo tenía que descansar, lo mismo que la mejor manera de aprovechar el trabajo. Él me enseñó a perdonar a los que se propasasen conmigo y a conducirme como un igual entre las gentes; a distribuir mis afectos, no cambiando de amigos a todas horas ni entregándome a ellos ciegamente. De él aprendí a no depender de nadie y aceptar mis destino, sea el que fuere; a ser precavido en los negocios públicos y no desdeñar el estudio de los asuntos por pequeños que parecieren, sin caer tampoco en puntillos de afectación. Él me demostró que debía estar siempre por encima de los juicios del vulgo; me enseñó a adorar a los dioses sin superstición y servir a la humanidad desinteresadamente; a ser sobrio, a no entusiasmarme pro vanas novedades, a contentarme con poco, a apreciar los bienes que tengo en mi mano y a no desesperarme por su pérdida. De él aprendí a no ser un sofista ni un pedante, sino un hombre práctico que vive en este mundo; a tener buenos modales, a ser limpio y a cuidar de la higiene sin depender demasiado de los médicos... Siempre prudente y moderado, Antonino nunca se entregó con exceso a la manía de construir edificios ni fue excesivo en sus dádivas al pueblo. Pensó sólo en cumplir con su deber, sin cuidarse de lo que diría la gente...


-Meditaciones 
de Marco Aurelio, 
emperador romano en el año 161 de nuestra era-










jueves, 26 de julio de 2012


 

 

 

 

atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos pero no desamparados; derribados, pero no destruidos

-San Pablo en su carta a los Corintios, cap. 4-

lunes, 23 de julio de 2012



Cómo van a poder imaginar algo, si las imágenes les son dadas todo el tiempo? ... Deliberadamente creer en mentiras cuando sabemos que son falsas... Ejemplos de esto en la vida diaria: Necesito ser bonita para ser feliz, necesito cirugía para ser bonita, necesito ser flaca, famosa, estar a la moda... A nuestros muchachos aún hoy se les sigue diciendo que las mujeres son perras, prostitutas, cosas que pueden desecharse, golpearse, tratar como basura, avergonzarlas. Es el marketing del Holocausto... 24 horas diarias, durante el resto de nuestra vida, los sistemas de poder trabajarán duro para estupidizarnos hasta la muerte. Así que para defendernos y luchar contra la asimilación de estupidez en nuestros procesos mentales tenemos que aprender a leer para estimular nuestra propia imaginación, para cultivar nuestra conciencia, nuestro propio sistema de creencias. Todos necesitamos estas habilidades para defender, para preservar nuestras mentes

Lo peor sobre este trabajo es que nadie dice gracias

(de la película “Detachment”, 2011)

jueves, 19 de julio de 2012


Los zapatos negros (2009) Los vi en una vidriera de la calle Santa Fe. Cada vez que pasaba me quedaba mirándolos. Eran exactamente como los había imaginado. Negros, de un taco elegante y terminaciones delicadas. Había visto ese mismo modelo en las chicas del colegio ese año, y sabía que era difícil encontrarlos, la mayoría había conseguido esos zapatos en el extranjero. Hacia años que soñaba con esos zapatos negros de taco elegante.

Los zapatos de mis sueños estaban en oferta, en la calle Santa Fe, a cinco cuadras de casa. En aquel tiempo el sueldo de mi madre docente cubría la educación privada de dos hijos, así que el hecho de que los zapatos estuvieran en oferta era un dato fundamental.
Mamá me dio el dinero justo para visitar a mi prima ese verano, apenas algunos días de paseo. Hice cálculos rápidos, si me esforzaba, podía ahorrar el dinero y comprarme los zapatos a la vuelta del viaje. Pero quien me aseguraba que los zapatos estarían allí. Así que ahí, parada enfrente a esa vidriera, mirando esos zapatos negros y elegantes que me parecían de ensueño, le pedí a Dios que me los guardara hasta que volviera de la casa de mi prima.

Una semana después baje del colectivo y con mi pequeño bolso caminé directamente hasta la vidriera. Una parte de mi sabía que ese ultimo par en oferta, probablemente había sido vendido, pero otra parte de mí recordaba que yo había dejado a Dios como garante de los zapatos de mis sueños.

Los zapatos estaban en el mismo lugar. Entre, los probé y me los lleve. La felicidad que tenía me brotaba por todos los poros. Y no era sólo por los zapatos, era, ante todo, por esa pequeña complicidad entre Dios y yo.

Dios puso esos zapatos en la vidriera de la calle Santa Fe y me los guardo hasta que fui a buscarlos. Caminar con la caja de zapatos en la mano hasta mi casa es uno de los momentos más felices que recuerdo en mi vida.

Pasaron diez años desde esa experiencia. En muchos aspectos ya no soy la misma persona y hace tiempo que no me atrevo a pararme en una vidriera para pedirle a Dios que me guarde los zapatos que me gustan. Dios debe extrañar la candidez que me caracterizaba cuando a los 19 años creía que Dios podía para el Universo sólo para comprarme zapatos.

Me volví mas racional, mas cínica. Ahora, la mayoría de las veces intento negociar con Dios, conquistarlo, tratarlo como trato a mis jefes, convencerlo de que tal o cual solución es la mas adecuada.

En las últimas semanas he dudado mucho del interés de Dios por asuntos que debo resolver en el trabajo. Mi propio cinismo me lleva a creer que Dios me mira desde lejos, indiferente, esperando que me las arregle sola.

Y de la nada recordé los zapatos negros. Y recordé la sensación maravillosa que tuve, con la caja en la mano, caminando hasta mi casa, pensando que Dios me había regalado los zapatos más hermosos del mundo.

Usé esos mismos zapatos en mi graduación universitaria. Ya estaban pasados de moda, no eran tan bonitos como los de mis compañeras, pero yo me los puse a propósito, como si quisiera llevar a Dios conmigo cuando me entregaran el diploma, como si quiera homenajear a Dios con un guiño de complicidad que solo nosotros entenderíamos.

junio, 2001
Pero lo más importante, quería empezar mi carrera profesional recordando que Dios se preocupa. Que a Dios le importa. Que Él puede detener el Universo para reservarle a una chica los zapatos más lindos del mundo.-

martes, 17 de julio de 2012


Ana y Julia en Uruguay, 2011




Hay lunas a las que todavía no ladré y soles en los que todavía no me incendié. Todavía no me sumergí en todos los mares de este mundo, que dicen son siete, ni en todos los ríos del Paraíso, que dicen son cuatro.

En Montevideo, hay un niño que explica:
-Yo no quiero morirme nunca, porque quiero jugar siempre

(El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano)

de cómo partir...












Los hijos echaron sus cenizas bajo el árbol que ella había elegido

(de “El libro de los abrazos”, sobre la abuela de Eduardo Galeano)

lunes, 16 de julio de 2012


LO QUE HAY QUE ESCUCHAR EN EL AULA...
(del libro uruguayo "El humor en la escuela I", de José María Firpo)

Cómo es el maestro Firpo:

“Tiene el carácter con muchas pecas”

A él le gusta la música clásica que es esa que demora en terminar

Es uno de los que se porta mejor en la clase

Él es aseado en todas las cosas de la higienicidad que es lo más importante de todo, sacando el comportamiento de la persona”

Mi hermana dice que es feo. Pero no la grande, la chica

Yo ando más o menos con él. En este momento está escribiendo un billete que a lo mejor es para mi padre”

“...y si no le gusta lo que estoy escribiendo, mala suerte

“De noche él trabaja en una escuela para adúlteros”

Yo una vez tuve una discusión con él por el vólebol y se la gané

Generales:

No es muy fácil tener tristeza

Los mosquitos le tienen respeto al flit
 
Hay que tener magnitud con la gente


Definición de democracia en el siglo XXI...









"Una democracia tiene que ser capaz de dar un techo a las familias con hijos
 
Osvaldo Bayer
 periodista argentino


viernes, 13 de julio de 2012

"Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie que le diga a un deportista: tienes que leer"

"Yo no escribo para agradar o desagradar; yo escribo para desasosegar"


"Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran"

"Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso"




José Saramago
Premio Nobel de Literatura
Portugal (1922) - España (2010)

jueves, 12 de julio de 2012


Existen tantas cosas que desperdiciamos.  
Tantas bendiciones que no vemos.  
Dios habla suavecito y nosotros no escuchamos.  
Desperdiciamos tardes de lluvia quejándonos, 
en vez de sentarnos escuchar nuestra música favorita.
Regañamos a nuestros hijos por el desorden, 
olvidando que en algunos años más, cuando ellos crezcan,
la casa ordenada será sinónimo de ausencia. 
Desperdiciamos tarde de sol encerrados en un escritorio,
desperdiciamos la oportunidad de abrazarnos en los
cumpleaños, desperdiciamos tantos tiempos muertos 
por no llevar un buen libro en nuestro bolso.  
Dios abre mares, derriba montañas  
y sostiene el mundo en su eje.  
Sin embargo, su poder nunca es tan inmenso  
como cuando se esconde en detalles cotidianos 
para acercarse a nosotros, 
a través de una brisa suave,  
del aroma de una buena comida, de un bello paisaje, 
de la última flor que nos regalaron.  
Desperdiciamos tantas cosas,
y sin embargo Dios no se cansa de ofrecerlas
(abril, 2005)

miércoles, 11 de julio de 2012

La vida es una herida absurda

Margara Averbach


Claraboya es la primera novela de Saramago: rechazada por las editoriales en su momento (ni siquiera le contestaron), “perdida” después en los depósitos de esas editoriales, recuperada y guardada por el autor, que se negó a publicarla cuando ya era famoso y la editorial se retractó. Pilar del Río, su mujer y traductora al castellano, cuenta el episodio en su prólogo, “El libro perdido y hallado en el tiempo”, en el que explica sus sentimientos cuando la leyó. “Es verdad que (Saramago) murió y ya no está”, dice, “pero, de pronto, donde Claraboya ha sido publicada… (se siente) que Saramago ha vuelto a publicar un libro”. La conmoción de volver a ponerse en contacto con la voz intensa del escritor se refleja en las palabras de su viuda y le da un sentido diferente a la lectura de Claraboya.

Los lectores de Saramago sienten exactamente eso: que esta novela es un reencuentro. Ahí están muchos de los rasgos reconocibles de El evangelio según Jesucristo, Memorial del convento, Ensayo sobre la ceguera, Historia del cerco de Lisboa, El viaje del elefante (la lista es mucho más larga, estos son mis preferidos personales): los personajes de pueblo; las mezquindades de la vida; las grietas abiertas entre hombres y mujeres y entre clases sociales; los mecanismos brutales y terribles del poder; la sumisión y la crueldad; la bondad y el amor (todos los tipos de amor, no solamente el de pareja) como única salida; la necesidad absoluta de ver a los Otros y de luchar por ellos si se quiere ser verdaderamente humano.

La casa grande

Como Historia del cerco de Lisboa o, en otro sentido, Ensayo sobre la ceguera, esta novela cuenta una historia chiquita que, además, es claramente coral. El hilo narrativo pasa de personaje en personaje dentro del escenario de un edificio de medio pelo que habitan mujeres y hombres con “tareas de vida pequeñita, de vida sin ventanas en el horizonte”. Saramago explora el sentido de esas vidas, que se resumen en “el pasado para recordar, el presente para vivir, el futuro para recelar”. Ninguno de los personajes tiene mucho que esperar de lo que vendrá. El edificio es un microcosmos que pinta el panorama de la clase media y media baja en el Portugal de esa época. Hay matrimonios que se llevan bien (son un ejemplo) y matrimonios hundidos en la violencia; jóvenes que empiezan a salir adelante y jóvenes que no van a ninguna parte; mujeres, la mayoría maltratadas y dominadas, muchas, compradas por el sistema y el dinero; viejos que siguen peleando por los suyos como pueden; familias venidas a menos y también solitarios que creen ser independientes. Todas estas historias se tocan, se unen y se dejan unas a otras por los pasillos del consorcio. En conjunto, muestran un Portugal hundido en la represión, seco, casi muerto (como me lo describió Saramago mucho más adelante en una entrevista para el suplemento Cultura y Nación).

Los temas principales son los mismos que aparecen en muchas de sus obras posteriores: el poder en todas sus formas; la resistencia y las dudas; el dinero; el amor humano en todas sus facetas. Llama la atención que, a pesar de su juventud (entonces, tenía menos de treinta años), Saramago fuera capaz de crear personajes de todas las edades con una sabiduría y un realismo asombrosos y se atreviera a ponerlos unos frente a los otros para mostrar las consecuencias del paso de los años.

Más que eso: la parte filosófica de Claraboya se concentra en los tres capítulos (21, 26 y 35) en que Abel, el joven inquilino, habla con el dueño de casa, Silvestre, que es un anciano. Silvestre es el típico personaje positivo de Saramago: un hombre sabio y bueno y, en este caso, viejo, que sabe que no se debe vivir con la cabeza puesta en el dinero ni en uno mismo, que es necesario ser “útil” a otros; un hombre que en su juventud luchó por sus ideas (“un comunista hormonal”, como Saramago se definió a sí mismo una vez) y que sigue creyendo en ellas aunque ya no haga nada. Abel, en cambio, es un joven desencantado, que vive alejado del sistema y del mundo y volcado sobre sí mismo. Las charlas de ambos parecen el desarrollo de una de las frases famosas de Saramago: “Ni la juventud sabe lo que puede ni la vejez puede lo que sabe”. La conclusión, la da Silvestre (aunque Abel no se convenza): “La vida”, dice el zapatero, “debe ser interesada. Presenciar no es nada. Presenciar es estar muerto”.

Cualquiera que haya leído los libros posteriores de Saramago reconoce el mensaje. Lo que separa a Claraboya de esos libros es el “estilo”, para usar una palabra clara que se usa poco. En esta novela, no existe todavía la voz fundamental del autor portugués: ni esa oración larga, compleja, enredada, que él aconsejaba decir en voz alta para entender, ni ese narrador especial que él definía como “yo mismo” a pesar de los críticos que, desde el estructuralismo, declararon la muerte del autor. Y lo que emociona en el libro es justamente eso: la posibilidad de leer a un Saramago que todavía no había encontrado sus mejores herramientas y descubrir que, aún sin ellas, ya era él mismo.
(suplemento cultural Ñ, Clarín, junio 2012)

martes, 10 de julio de 2012




en eso estoy...
-foto de Aninha, 5 años-
 














Pero si tenés inquietudes, hay que soltarse y correr riesgos. Por un momento estas en el aire, como los trapecistas, que tienen que largar todo para llegar a otro lado”
Jazmin Stuart, cineasta argentina

 
 
mejor traducción del año

cupcakes:magdalenas chetas

(de un programa de tv uruguayo, que grande!)



 
En tiempos como los que corren, 
en los que todo el mundo 
conoce el precio de todo 
y el valor de casi nada” 
Willy Crook, músico argentino